La vida política mexicana se desenvuelve estos días con una enorme presencia femenina en los espectaculares más notorios. A falta de resultados definitivos, dos mujeres encabezan la pelea por ocupar la silla presidencial, circunstancia que canaliza el debate en no pocas ocasiones hacia asuntos de género. La aspirante opositora Xóchitl Gálvez y la avanzada morenista Claudia Sheinbaum no solo enarbolan la oportunidad de situar un nombre femenino por primera vez en la más alta representación de México, sino que acusan las discriminaciones que sufren por ser mujeres en un mundo todavía muy masculinizado. La política es una guerra sin cuartel y no siempre es válido parapetarse tras la condición femenina para repeler el fuego enemigo. Pero la línea es difusa y aunque las expertas consultadas advierten de la necesidad prioritaria de dar crédito a quien se dice víctima y confiar en el dictamen de los tribunales especializados, también advierten de que un uso excesivo de este escudo podría desdibujar la noble causa de atender las denuncias de género cuando son verdaderas y dolorosas, que lo son en la mayoría de las ocasiones todavía.
En México, con una ley avanzada en este asunto, se llama violencia política de género cuando una mujer ve menoscabado su derecho a llegar a los cargos públicos o al ejercicio de los mismos por razón de sexo, pero violencia o no, discriminación o no, también hay conductas reprobables por su machismo manifiesto, que abundan en los estereotipos de género. La candidata opositora Xóchitl Gálvez ha denunciado al presidente Andrés Manuel López Obrador en dos ocasiones porque considera que con sus declaraciones públicas abundan en la mácula que persigue a las mujeres que optan por un desempeño en el ámbito público cuando dice que ella es una candidata impuesta por un grupo de hombres, los que lideran la alianza de partidos por la que se presenta. “El presidente no acepta que una mujer como yo no tenga dueño, porque el se siente dueño de su corcholata [Claudia Sheinbaum]. Él la pone ahí, a mí no me puso nadie, sino mis méritos y mis facultades. Me violenta al insinuar que un hombre me puso aquí, minimiza el esfuerzo de tantas mujeres a las que nos costó mucho llegar, cargando con el estigma de que llegábamos porque los hombres nos ponían”, ha dicho la aspirante del PAN recientemente, incurriendo a su vez en la misma acusación de la que se defiende, que el presidente colocó a Sheinbaum como candidata.
El Instituto Nacional Electoral (INE) ha exonerado al presidente en el entendido de que sus palabras son propias del debate político y no están connotadas por una actitud sexista. Pero no todos los votos estuvieron de acuerdo. La presidenta de la comisión de Quejas y Denuncias, Claudia Zavala consideró que López Obrador “invalida la trayectoria y carrera profesional” de la denunciante y “perpetua la idea de que las mujeres somos incapaces de decidir sobre nuestra vida y proyectos”. En consecuencia, votó en su contra. No fue la única.
En comicios pasados, hubo sentencias distintas por casos muy parecidos. En junio de 2021, el Tribunal Electoral obligó al candidato a la gubernatura de Nuevo León, Samuel García, a tomar un curso sobre violencia machista por insinuar que su opositora en esa contienda, Clara Luz Flores, era una “mandada” y debía su lugar a los méritos de su marido. El caso fue considerado como violencia política. Desde 2020 el INE ha visto 341 denuncias de violencia política de género y ha sancionado a 297 personas.
“A toda conducta que nos molesta no podemos denominarla violencia política, eso es peligroso y desdibuja los verdaderos delitos, abusos y crueldades. Quizá las mujeres sufrimos un sobrecuestionamiento, pero eso no es necesariamente violencia. Si Xóchitl Gálvez o Claudia Sheinbaum no son finalmente candidatas por la razón que sea, por sus partidos o por las encuestas eso no será discriminación necesariamente”, dice la analista Paola Zavala, presidenta de Ocupación Comunitaria por la Paz, Ocupa.
Polémica fue una reciente entrevista de Sheinbaum en Tabasco, en la que acusó a un presentador amable aunque insistente de haber sido un tanto violento en su interrogatorio. Después puso un tuit en el que decía: “Las mujeres tenemos voz, sabemos usarla para defender nuestras ideas”. Nadie la había cuestionado por mujer, sino por razones de publicidad supuestamente ilegal en su campaña electoral. “No se puede usar como escudo el ser mujer para que no te cuestionen”, dice Zavala. “Si la entrevista fue violenta o no en todo caso se refería a la legalidad, no a la condición de mujer”, añade.
El parámetro para determinar si las mujeres en la política sufren o no discriminación por razón de sexo es analizar “si los hombres han tenido que pasar por todos estos cuestionamientos a que les someten a las mujeres o no”, opina Martha Tagle, exlegisladora por Movimiento Ciudadano y consultora en Género y Derechos Humanos. Y no basta que la agresión venga de un hombre, porque “también puede darse misoginia entre algunas mujeres en una sociedad tan marcada por el machismo”, dice. Cree que es fundamental “darle valor a la palabra de las víctimas y dejar que las leyes determinen. El costo es todavía muy alto para las mujeres que entran en política. No se exagera al tener precauciones y tomarse en serio este tema”, sostiene.
Cree Tagle que esta campaña ya viene lastrada por el machismo desde el momento en que “se ha centrado en contrapuntear a las mujeres, una trampa del patriarcado, eso de echarnos a pelear entre nosotras para que ganen ellos, es una lógica machista, eso de que las mujeres no se pueden llevar bien”, dice. Y matiza: “La confrontación siempre es necesaria en política, pero solo las contrapuntean a ellas, también los medios de comunicación, y hay más candidatos”, afirma. Preguntada si en ocasiones algunas candidatas no se extralimitan tomando como escudo el hecho de ser mujeres, responde: “Yo misma le dije a Rosario Robles cuando era secretaria del Gobierno y apelaba a un asunto de violencia de género, que ser mujer no te exime de ser cuestionada por asuntos de corrupción”.
Destacada feminista en las filas de Morena es Lorena Villavicencio y cuando se le cuestiona sobre algún exceso en que puedan incurrir las candidatas (u otras políticas) apelando a la violencia de género, asegura que prefiere que se peque de exceso que de defecto. “Frente a la realidad que vivimos, nos quedamos cortas”, sostiene. “Es necesario reforzar el mensaje ante la sociedad y ante los hombres en particular, que no se menoscaben las atribuciones ni los méritos. Toda acción que fortalezca ese mensaje es positiva”, dice.
En el caso de Xóchitl Gálvez, dice que es “algo peculiar” por el momento de la campaña. “Esta ley se aplica en el ejercicio de un derecho electoral y hay que tener la condición de candidata”, algo que todavía no ocurre, pero sobre los ataques del presidente sobre Gálvez opina: “Estoy en contra de que se use una tribuna presidencial para desacreditar a cualquiera y en particular a las mujeres. Hay que acudir a las autoridades competentes si se presume una conducta ilícita”, zanja. ¿Violencia política? “Es importante que se dirima si es el trato adecuado o no, la autoridad decidirá”.
Sobre los límites, Villavicencio cree que “no es correcto cuestionar la vida privada por encima de la pública, la afectación a la integridad no debe formar parte de la contienda ni con mujeres ni con hombres. Lo que hay que hacer es contrastar proyectos políticos y conocer las biografías, pero al respecto de su actuar en la vida pública. Hay una fijación con el género, como si fuéramos un objeto, hay que eliminar todo aquello que refuerce estereotipos”.
A su parecer, estas campañas, todas, están marcadas “por una narrativa muy machista, donde el eterno interrogante es si están capacitadas o no para asumir el cargo al que se presentan. Este país sigue marcado por la misoginia y el machismo. Cada quien tiene que responder de sus actos. No se puede atentar contra la dignidad. ¿Hasta dónde? Tiene que haber una evaluación”, añade.
Gálvez ha dicho que si el INE no le daba la razón iría a los tribunales. Aún no se ha dicho la última palabra.
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Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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