Las elecciones internas de Argentina, conocidas como PASO (elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) llamaron la atención particularmente por los resultados que favorecieron a Javier Milei, para ser el candidato presidencial de su partido La Libertad Avanza.
La noticia fue, por una parte, que ganó las primarias superando el 30% de los votos, aun cuando los estudios de opinión más recientes preveían que tendrían un resultado mucho menor, generando dudas sobre los métodos, la veracidad y la confiabilidad de las encuestas en Latinoamérica. Recordemos que hace unos meses pasó algo similar en Guatemala, donde los resultados de la primera vuelta presidencial fueron muy distintos a los pronosticados por las principales casas encuestadoras nacionales y regionales.
El particular estilo que caracteriza a Milei, de 52 años de edad, su apariencia física, es poco común en el ámbito político: pelo largo y desaliñado, patillas largas, un estilo de vestir que llama la atención en un continente en el que estamos acostumbrados a ver a los políticos de traje o guayabera y queriendo transmitir una imagen de seriedad y estabilidad. Pero además, mucho más allá de la imagen, destaca el estilo disruptivo para expresarse, de manera coloquial, a gritos en muchas ocasiones, usando palabras altisonantes constantemente y sin apego a las “formas” políticas.
Milei da una nueva esperanza a la derecha latinoamericana (aunque es más bien considerado por diversos analistas como un perfil de ultraderecha, populista y conservador, similar a Jair Bolsonaro o Donald Trump), que ahora siente que tiene probabilidades de recuperar un espacio más en el mapa de América Latina.
Aunque todavía faltan algunos meses para saber si Milei logrará llegar a la presidencia de su país a instalar sus políticas libertarias, queda claro que los electores latinos cada vez le abren más las puertas a opciones “antisistema”, que tienen perfiles distintos a los políticos tradicionales, que proponen ideas radicales, muchas veces inverosímiles, y que incluso aceptarían atropellar derechos humanos, sociales, políticos y económicos, a cambio de la ilusión de probar algo distinto, como es el caso de Bukele en El Salvador.
Aquí en México, por primera vez estamos viendo la posibilidad de una elección primaria para elegir una probable candidatura. Después de este proceso electoral, valdría la pena analizar si es conveniente que, más que una decisión de los partidos, las primarias se conviertan en un derecho ciudadano para elegir mediante el voto directo a los candidatos de los partidos. Sería una interesante discusión en los próximos años.
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