Al cierre de 2023, podríamos decir que el mundo universitario ha vuelto a la normalidad. La mayoría de universidades – en nuestro país y el mundo-, regresó al modelo de clases presenciales y los campus universitarios: son nuevamente el epicentro de la vida cultural y educativa.
Por momentos, pareciera que no ha pasado nada. Que la pandemia por COVID-19, fue sólo un paréntesis en nuestras actividades cotidianas, sin embargo, nada está más lejos de la realidad.
El mundo cambió radicalmente, no sólo por los efectos más palpables -pérdida de vidas humanas, parálisis financiera, cierre de fronteras, entre otros-, sino por la urgencia de replantear nuestras ideas ante una emergencia que puso a prueba nuestra capacidad de supervivencia.
El mundo universitario no fue la excepción. No sólo transitamos al modelo de las clases y evaluación en línea, también, quedó claro que necesitábamos repensar los fundamentos de la enseñanza: ¿cómo y para qué enseñar?
En los últimos dos años se han publicado diversos informes que tratan de dar respuesta a estas preguntas. Principalmente, podríamos citar los formulados por la Organización de las Naciones Unidas para Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Documentos, en gran medida elaborados con los datos y experiencias de distintas universidades del planeta, lo que los convierte en diagnósticos imprescindibles para evaluar el impacto del COVID-19 en la educación superior. 1
Dentro de sus conclusiones, encontramos al menos tres que resulta importante referir: a) la importancia de los planes de contingencia, b) el modelo de enseñanza en línea y c) el fortalecimiento de las áreas de investigación.
La primera se refiere a que las universidades cuenten con una estrategia de atención para futuras emergencias, no sólo para asegurar la continuidad de las clases, sino también, para brindar servicios de apoyo a la comunidad académica. Por ejemplo, durante la pandemia, fue muy importante que las instituciones educativas contaran con un servicio para la atender la salud mental de estudiantes y docentes.
En lo que respecta a la enseñanza en línea, concluyen que es necesario que se implementen plataformas digitales, no sólo para el desarrollo de clases, sino también para la consulta de materiales y evaluación. Procesos que regularmente implican una intensa capacitación de la comunidad académica y una apertura al aprendizaje de nuevas habilidades. El aula tradicional, necesita de la innovación para transitar de manera exitosa al ecosistema tecnológico.
Finalmente, refieren que las universidades deben impulsar con mayor fuerza la investigación. Esto no es gratuito, dado que la ciencia se convirtió en la referencia obligada para la gestión y atención de la pandemia. Los departamentos de investigación no sólo deben crecer, sino contar con líneas de investigación que potencien el desarrollo y el intercambio de conocimiento.
Ahora mismo, resulta difícil dimensionar el impacto de la pandemia en las universidades. Muchos de los informes, como el que ahora referimos, resultan igualmente valiosos como limitados, sin embargo, cualquier esfuerzo es importante. Nos ayudan a entender hacia donde debemos dirigir nuestros esfuerzos. Desde la gestión educativa seguiremos atentos a los debates y desafíos que nos trajo la pandemia.