La Habana/Mientras crecen las acusaciones contra Rusia por manipular a través de las redes sociales la crisis catalana, las elecciones estadounidenses y el Brexit británico, la prensa financiada por el Kremlin gana espacio en Cuba. Las referencias a Sputnik y Russia Today, que se llama ahora RT, son cada vez más frecuentes en los medios oficiales que los exhiben entre sus principales fuentes.
La agencia estatal de noticias Sputnik y el canal de televisión internacional RT son mencionados cada día en los diarios, noticieros o programas radiales de la Isla. El contenido tomado de ambos medios va desde anuncios científicos, pasando por informaciones del país euroasiático hasta llegar a los temas internacionales.
Sin comprobar la veracidad de la información suministrada, los analistas de la prensa oficial asumen los puntos de vista, las matrices de opinión y las aseveraciones de esos medios, con la misma complicidad con que un día promovieron las informaciones del diario soviético Pravda y de la agencia oficialista TASS.
Cuestionar la legitimidad de Occidente, promover el escepticismo por la democracia, dudar del futuro de la Unión Europea, difundir teorías de la conspiración sobre los poderes que mueven el mundo y negar la capacidad de decisión de los ciudadanos en los sistemas liberales son algunas de las ideas más repetidas por esos medios estatales.
Como apoyo de ese andamiaje se agregan “testimonios” y criterios para reforzar la idea de la superioridad de los regímenes autoritarios en comparación con el caos que se apodera de los debates parlamentarios a la hora de aprobar nuevas medidas de seguridad o leyes en sociedades gobernadas por la separación de poderes.
La actual cercanía con estos medios rusos contrasta con la actitud que tomó el Gobierno cubano hacia Novedades de Moscú y la revista Sputnik en los años de la Perestroika y la Glasnsot en la Unión Soviética, cuando la circulación de estas publicaciones fue censurada en el país.
El culto a la personalidad alrededor de Vladímir Putin o Fidel Castro también forma parte de la receta de esta prensa propagandística, con más intenciones de adoctrinar que de informar. Los analistas advierten de que el público promedio no sabe si está viendo propaganda o información, una de las claves del éxito de estos medios, sobre todo en redes sociales. Junto a esos postulados, RT y Sputnik exhiben además una rampante ausencia de crítica hacia cualquier régimen aliado del Kremlin o enemigo de EE UU.
Según ellos, el lanzamiento de los misiles por parte del régimen de Kim Jong-un es la justa respuesta norcoreana a “las maniobras navales conjuntas de Estados Unidos, Japón y Corea del Sur”, mientras que los últimos comicios venezolanos representan la “mayor victoria” del chavismo y la “derrota final” de la oposición.
La información que publicaron los medios oficiales cubanos sobre la crisis catalana se nutrió fundamentalmente del enfoque de RT. El apoyo a los separatistas llegó a su clímax los días previos al referéndum ilegal, que se presentó como una consulta democrática en contraposición con la postura del Gobierno español, que defendía la legalidad constitucional pero que fue tildada por el medio ruso de “fascista” y heredera del dictador Francisco Franco.
Estos órganos oficiales del Kremlin también tienen una agenda política al narrar la realidad cubana. Verbos positivos como “crecer”, “desarrollar” o sustantivos de corte humanista al estilo de “solidaridad”, “justicia” y “colaboración” salpican las informaciones sobre Cuba, en las que se promueven supuestos logros del sistema sanitario cubano, hazañas deportivas y eventos oficiales, pero se silencia la ineficiencia productiva, la represión policial o el éxodo migratorio.
Ambos medios no aluden a la oposición política existente en el país y cuando lo hacen repiten tópicos al estilo de “enemigos” internos, “contrarrevolucionarios” o “financiados por Estados Unidos”, mientras que presentan al Gobierno de Raúl Castro como poseedor de un amplio apoyo popular y con una probada ascendencia diplomática en América Latina.
La gastada fórmula del pequeño David “revolucionario” frente al gran Goliat “imperialista” calza todo el contenido que publican sobre las relaciones entre Washington y La Habana, el deshielo diplomático impulsado por Barack Obama o los problemas económicos que atraviesan cada día los residentes en la Isla que -claro está- son absoluta culpa de “el bloqueo”.
El pasado 25 de noviembre RT difundió un material audiovisual bajo el título de “Un año después de la muerte de Fidel Castro los cubanos siguen fieles a su legado”, en el que ahondó en los tópicos sobre la genialidad y el carisma del expresidente, además de entrevistar únicamente a sus partidarios eternamente agradecidos.
En mayo pasado, pocos días después de que Donald Trump anunciara en un discurso en Miami el cambio de rumbo en la relación entre Washington y La Habana, el canciller Bruno Rodríguez ofreció una entrevista a la cadena rusa, uno de los dos únicos medios con los que comentó el tema. El otro fue el canal chavista TeleSUR.
En el material publicado se enfatizaban varias ideas: el presidente estadounidense desarrolla una política “típica de la Guerra Fría”, la Casa Blanca mutila “los derechos civiles” de su propio pueblo y cualquier crítica lanzada por el inquilino de la Casa Blanca hacia la Plaza de la Revolución peca de “doble rasero”. Tres puntos del libreto informativo del Kremlin sobre Cuba.
Estas posturas sesgadas han tenido una amplia difusión en las redes sociales gracias a los cibersoldados que desde la Isla comparten, de manera militante, el contenido de RT y Sputnik. Ambos medios trabajan también para adoctrinar a la audiencia de la Isla a través de la prensa cubana, por lo que Moscú influye en la manera en la que la realidad del mundo exterior es percibida por los cubanos.
A diferencia de muchos países europeos donde han saltado las alarmas por la nueva guerra mediática que está desplegando el exoficial de la KGB convertido en presidente de Rusia, La Habana se presta gustosamente a todas las manipulaciones de Putin y le ofrece, además, un público cautivo de 11 millones de cubanos.
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