Las plataformas como Twitter, Instagram y TikTok se han convertido en un espacio para compartir opiniones, visibilizar derechos insatisfechos y posicionar problemáticas de manera orgánica, inclusive sin que la intención de sus contenidos sea realizar una exigencia de derechos, pero se convierten en una ventana valiosa para comprender los sentimientos, exigencias y realidades de la población joven.
Un ejemplo reciente de esto fue cuando Tik Tok se inundó de videos que formaron parte del trend “Rosa pastel”. Bajo esta tendencia, las personas jóvenes utilizaron la icónica canción del grupo Belanova como fondo para narrar cuáles eran sus sueños y aspiraciones, para luego contrastarlos con las realidades que enfrentan; distantes y lejanas a lo que un día proyectaron para sus vidas. A primera vista, esto podría parecer simplemente una serie de videos en TikTok sobre sueños frustrados. Sin embargo, en realidad, este fenómeno reflejó de manera cotidiana cientos de situaciones donde los derechos humanos de las juventudes no están garantizados. Aspectos como el acceso a empleos dignos en sus campos de estudio, recursos para emprendimientos o adquisición de bienes, educación de calidad, un sistema de salud eficiente y, en lo que a menudo se pasa por alto, el acceso a recursos económicos, sociales y culturales que les permitan una transición segura hacia la edad adulta.
Esta tendencia ha desatado una serie de posturas en la opinión pública. Por un lado, quienes trabajamos en el ámbito de los derechos humanos documentamos cómo el acceso a los derechos impacta en la calidad de vida y el desarrollo de las personas jóvenes. Por otro lado, hay quienes creen en la noción de la meritocracia como solución. En su concepción más básica, la meritocracia postula que el éxito y el progreso en la sociedad deberían depender del mérito personal y el esfuerzo individual. No obstante, a estas alturas y ante los problemas sociales que enfrentamos actualmente, la sociedad debería ser consciente que para que la meritocracia funcione, todas y todos debemos tener garantizadas las mismas oportunidades, sin contar que los derechos humanos no se condicionan, no se discuten, no se someten a ningún estándar, ¡se garantizan para todas las personas!
Es alarmante que el acceso a una calidad de vida digna para las juventudes se siga pensando en función de méritos individuales, este pensamiento es tan violento que condiciona el merecimiento de la dignidad humana y, en última instancia, de la vida misma. Comencemos a hablar de las cosas como son, el centro de la conversación no son los hábitos y méritos individuales, lo que es urgente son políticas públicas efectivas y una garantía colectiva de acceso a nuestros derechos humanos, dignidad y bienestar.
Si eres una persona tomadora de decisión, la próxima vez que encuentres un video del trend “Rosa pastel” en las redes sociales, recuerda que no sólo son historias individuales de desilusión, sino un llamado urgente a la acción, para un país que está poco a poco perdiendo su preciado “bono demográfico”.