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Fernando Bustos Gorozpe es académico en la Universidad Anáhuac Norte y Sur y también en la Universidad de la Comunicación en México. Es doctorante en Filosofía.
Hace unas semanas apareció en Twitter la cuenta Out Of Context Candidatos, que recopila los momentos más penosos de las campañas en México ante las elecciones del 6 de junio: anuncios, apariciones en medios, fotos en campaña, bailes y cualquier otro fallo de estrategia política digital con potencial para convertirse en memes viralizables solo a razón de su ridiculez.
Este material evidencia el poco entendimiento que las y los candidatos y sus equipos tienen sobre la imagen digital, de su posible poder como meme, y de cómo comunicarse en plataformas como TikTok, que cuenta con casi 23 millones de usuarios en el país, de los cuales más de la mitad son menores de 24 años.
La falta de pericia no es solo para entender los nuevos lenguajes de estos canales comunicacionales, sino para hablar volumen: la capacidad de hablar para las masas y viralizar lo que se dice en redes sociales, que tiene que ver con exponer una aparente autenticidad y tener un gran nivel de síntesis. Los candidatos o candidatas no logran hablarlo y solo dan risa, son memes débiles y sin sentido electoral, lejos de los weaponized memes, que tienen un propósito político de moldear y cambiar la opinión pública cuando se viralizan, los cuales utilizó la alt-right en las elecciones estadounidenses en 2016 o Jair Bolsonaro en las elecciones brasileñas de 2018.
Quien sí está realizando una gran comunicación digital es Mariana Rodríguez Cantú, megainfluencer, empresaria y esposa del candidato a la gubernatura de Nuevo León por Movimiento Ciudadano, Samuel García, de 33 años de edad. Actualmente 1.5 millones de cuentas la siguen en Instagram (a su esposo le siguen 714,000) y, aunque es muy complicado obtener datos claros, es considerada como una de las influencers que más ganancias tiene en el país.
En su cuenta anuncia diversos productos de maquillaje (incluyendo su propia marca, Mar Cosmetics), artículos para el cuidado de la piel, joyas, restaurantes y también a Samuel García. Desde su plataforma le ha dado el impulso que él no consigue en redes sociales, al volverlo otro producto más a promocionar.
Desde hace semanas, entre sus posteos sobre maquillaje y su vida personal, coloca las acciones electorales que ella y su esposo realizan: anuncia dónde van a estar pegando calcomanías, repostea historias de quienes acuden a sus eventos en la calle, confronta o expone a los adversarios de su esposo, habla de García (sin que él necesariamente aparezca en las historias) y postea desde su cuenta secundaria productos que los dueños de pequeñas empresas llevan a sus actos de campaña para que ella los promocione.
Más que Samuel, es Mariana quien parece tener el poder de convocatoria real. Es de ella de quien la gente quiere fotos y es en su cuenta de Instagram en la que quieren aparecer, sobre todo dueños y propietarias de negocios, pues una mención suya promete una buena exposición. No es de extrañar que haya fiestas de cumpleaños temáticas de Mariana o gente comprando los tenis “fosfo-fosfo” que popularizó. Incluso las contendientes a diferentes puestos políticos en Nuevo León por Movimiento Ciudadano se reunieron con ella.
Rodríguez se ha convertido en el centro y rostro de un movimiento político en ese estado que no solo está en internet sino que da el brinco a la realidad. Según la última encuesta realizada por Reforma, García pasó de tener una preferencia electoral de 8% a 36% en dos meses, y lidera las preferencias pese a los errores que la pareja ha tenido debido a la constante exposición de su vida privada en redes sociales e internet.
Hay varios ejemplos, como la transmisión en vivo donde García le exige a Mariana que baje la rodilla porque está “enseñando mucha pierna”, su boda en medio de la pandemia o la entrevista donde el candidato cuenta el “trauma” de ir a jugar golf con su papá. No es casualidad que García sea el candidato en Nuevo León que más gastos de campaña digital reporta, pues sabe que tiene que minimizar riesgos y mejorar la estrategia.
Los contrincantes de García también entienden a la perfección lo que Mariana significa para la campaña. Hace unos días Rodríguez fue denunciada por cuatro partidos ante el Instituto Nacional Electoral por sus stories en Instagram donde muestra los productos que le lleva la gente. Se pide que sean considerados gasto de campaña de García. En 2018 sucedió algo similar, cuando se acusó a la influencer de hacer propaganda electoral por medio de Facebook, pero se consideró infundado.
Hay quienes encuentran preocupante la cultura del like y la lógica del influencer en el mundo de la política. Pero cabría preguntarse si no llevamos tiempo montándonos en la burocracia del espectáculo y de aspirantes que se posicionan mediáticamente como productos. Lo de Rodríguez y García es solo la continuación de lo que sucedió en las elecciones de 2012 con el expresidente Enrique Peña Nieto y su entonces esposa Angélica Rivera, actriz famosa de telenovelas. La diferencia es que la candidatura de García no se está construyendo desde una televisora, sino desde el poder mediático digital de su esposa. Algunos partidos políticos siguen apostando por los personajes que ya son conocidos gracias a la televisión, como el luchador Máscara Sagrada, la cantante Paquita la del Barrio o el conductor Alfredo Adame. Pronto, algunos comenzarán a hacerlo con influencers nacidos en redes sociales. Como los medios de comunicación, la política continuamente apela a las emociones de la ciudadanía.
Este es apenas el comienzo de un juego político que busca atraer al electorado por medio de (no tan) nuevos canales de comunicación. Como señaló Alex González en Rest of World, ya vienen los influencers políticos. En TikTok hay jóvenes con más de 100,000 seguidores hablando de política y que se han hecho de fans a partir de sus opiniones. Son figuras potenciales para los partidos. Y aunque es claro que hay problemas éticos preocupantes alrededor de los influencers, como la capacidad de reproducir fake news y hablar superficialmente o sin la suficiente información sobre diferentes temas, su poder mediático no va a desaparecer mientras no seamos capaces de renunciar a las lógicas del espectáculo y el culto a la celebridad.
Aun cuando pueda desagradar cómo opera, Mariana Rodríguez parece ser hasta el momento la mejor comunicadora política de estas elecciones, y lo que ha hecho junto al equipo de Samuel García es una vía hacia posibles nuevas lógicas de campañas políticas. Muchos de los bailes en TikTok y memes generados por diferentes contendientes pasarán al olvido, pues son basura digital que carece de sentido. Pero lo que ella ha hecho probablemente permanecerá en el tiempo y será replicado en las siguientes campañas, tanto lo bueno como lo malo.
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