Hechos recientes hacen ver la necesidad urgente que tiene México de una política exterior congruente y sobre todo profesional.
Empecemos por la relación más importante, la que se tiene con Estados Unidos. Aparentemente, todas las estrategias mexicanas van en contra de las prioridades de nuestro vecino y principal consumidor de nuestras exportaciones. El nacionalismo ramplón del gobierno mexicano, quizá sin saberlo se opone a lo que en comercio, gestión de recursos naturales o inversiones desarrolla el gobierno de Biden.
Por si eso fuera poco, la subordinación a los caprichos de Trump nos dejó muy mal parados. La insistencia, mencionada nuevamente hace apenas unos días, en decir que con Trump se tenía una excelente relación, no ayuda a generar la más mínima confianza con la nueva administración estadounidense. No sé porqué el presidente mexicano no ha entendido que hablar de Trump es anticlimático para la administración de Biden. Además, ¿qué ganamos con eso?
En el tema migratorio y manejo de fronteras, que son dos de los temas obligados en la relación, parece que lo único que México tiene que ofrecer es poner más elementos de la Guardia Nacional y esperar a que buenamente le den recursos para sus programas. Mientras tanto, el tema sigue expresándose de manera desordenada y las notas acerca del considerable incremento de mexicanos que buscan irse a Estados Unidos o de migrantes que caen en manos del crimen organizado o de niños abandonados en las regiones fronterizas ya ni siquiera son noticia.
En este contexto los nombramientos recientes de embajadores no son más que una expresión de la falta de rumbo en un tema tan trascendental como el de las relaciones exteriores. Probablemente se trate de personas destacadas en sus campos y a veces ni eso, pero es innegable que carecen de experiencia o conocimientos mínimos sobre cargos que son muy importantes. Ni más ni menos que la representación de nuestro país.
Varios de ellos son funcionarios que por algún problema específico salen de la administración directa de AMLO, pero nada permite justificar su nombramiento como embajadores. Encontramos igual exsecretarias que renunciaron por haber abusado de su autoridad y retrasar un vuelo comercial, que funcionarias que son nombradas porque “tienen un problema familiar”. Y no estamos hablando de representaciones menores. Se trata de países con los que tenemos una estrecha relación y que juegan un papel importante: Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania.
AMLO no es el primer presidente mexicano que cree que las embajadas son refugios dorados para amigos o enemigos que le dejaron de ser útiles, pero hacer de esa “estrategia” una práctica común, en embajadas que son importantes y además presentarla como buena, representa un exceso y tarde o temprano tendrá costos.
Quizá eso explica que el Secretario de Relaciones Exteriores mexicano se haya transformado en comprador de vacunas y tenga que acudir en persona a comprarlas. Todo ello a pesar de aquel pomposo e inexacto “misión cumplida”, pronunciado el 8 de diciembre del año pasado según el cual y gracias a su intervención, el tema de las vacunas ya estaba resuelto para México y seríamos los primeros en aplicar de manera universal la vacuna contra el COVID.
Internamente, en la Secretaría de Relaciones Exteriores, tampoco se entiende qué está pasando. Se desapareció la Subsecretaría de América del Norte que tenía como una de sus principales funciones la coordinación de los consulados en Estados Unidos y Canadá. En esta administración, ante la ausencia del entonces subsecretario, ese rol lo asumió la hoy exembajadora. Hoy en día, sin esa subsecretaría y con un embajador que apenas esta conociendo Washington, los cónsules están huérfanos.
Y no es que necesiten quien les de línea, al contrario, lo que más necesitan es que los dejen trabajar, pero sí requieren que alguien en la burocracia central mexicana les haga llegar recursos y pelee sus prioridades. El joven inexperto y, por lo que muchos dicen soberbio, que pretende jugar el papel que tenía la subsecretaría, no solo no ayuda, sino que se ha convertido en un obstáculo.
Quienes saben de política dicen que el secretario esta construyendo su candidatura presidencial intentando hacer bien todo lo que el presidente le pide. Sabedor de que su futuro político depende del apoyo de AMLO no parece importarle mucho la agenda exterior o que los encargos presidenciales no formen parte de sus atribuciones. Mucho menos se detiene en analizar si eso conviene a México.
Habiendo platicado a lo largo de los años con varios exsecretarios de Relaciones Exteriores, todos coinciden en que ese encargo no puede ser la plataforma de una candidatura presidencial que es esencialmente interna y que si se quiere usar para ello, la primera perjudicada sería la política exterior mexicana. ¿Así o más claro?
Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute
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