En la primera temporada de la bioserie sobre el cantante Luis Miguel, producida por Netflix y estrenada previo a la elección presidencial del 2018, hay una escena de deliciosa candidez. El cantante, niño prodigio explotado por su familia, llega a la juventud y, como de hecho ocurrió, se incrusta en un mundo de juergas y destrampes propios de esa edad, pero con la particularidad en este caso que en tal camino lo rodean hijos de la clase política priista, incluidos herederos de expresidentes de la República y del entonces primer mandatario. Luismi, el de la serie, es arropado por esa camada de cachorritos de la Revolución. Y los diálogos que enseguida el espectador escucha son un llano retrato del influyentismo y la corrupción: hablan —acaso sin reparar en la prepotencia de sus hechos— de usar bienes del Estado para sus fines privados, para sus francachelas o con motivos altruistas: buscar a la madre del protagonista de la serie. A saber si el pasaje es accidentalmente ilustrativo de los abusos de la época, o si los guionistas quisieron exhibir a esos para quienes se acuñó todo un concepto: juniors, gente que no solo heredará fortunas sino que exhiben altanería, mala educación y frivolidad, por supuesto; estirpe cuya riqueza es o súbita o de origen más que dudoso; ambiente donde no hay frontera entre los futuros “empresarios” y “políticos”.
Así fuera como discreto homenaje a Spota, pues no hay tono de denuncia tipo ceceachera, se agradece a los guionistas el haber retratado a juniors de los años ochenta, entre quienes estaba —y hasta un cameo se permite, faltaba más— el nieto de un expresidente, vástago también de un exgobernador que hoy está huido en Francia, requerido por el actual Gobierno —del que fue consejero— para que aclare millonarios pendientes con la autoridad tributaria. Polvo también de aquellos lodos es un personaje que ha sido noticia en las últimas semanas. Se llama Roberto Palazuelos, hace gala de galán y ricachón, de junior pues, y hablaré de él para hablar de algo realmente importante. Si de algo sirviera el largo prólogo aquí dedicado a propósito de la bioserie de Luismi, sería para subrayar que más allá de la ficción, este Palazuelos ha narrado ante las cámaras y sin congoja cómo en efecto la vida en sus mocedades se trató, en su caso y repetidas veces, de reventar a costa del erario.
De tiempo atrás, el Gobierno federal dispone de mansiones en puntos turísticos donde algunas veces se recibía a extranjeros, invitados especiales a cumbres, mandatarios o cosas por el estilo, pero que igual eran la lujosa sede de las pachangas de los sexenales juniors que, por supuesto, no pocas veces viajaban a esas paradisiacas residencias con solícito personal incluido, en aeronaves oficiales. Aquí también la realidad supera a las novelas y a las series. Anécdotas que recuerdan a todo mundo porque, entre otras cosas, el PRI era odiado. Decía líneas arriba que Palazuelos –en Youtube se le puede ver contar sobre esas pachangas en tiempos del partidazo– ha sido noticia en semanas recientes. La primera de esas informaciones llegó el 5 de enero, cuando se publicó que Palazuelos —un personaje que ha hecho fortuna en el depredado Quintana Roo— contempla demandar a la periodista Lydia Cacho por difamación. Sin entrar en los intríngulis de la presunta denuncia baste decir que la reportera y escritora es de tiempo atrás un defensora de la comunidad quintanarroense, mientras que el segundo es un explotador de las riquezas de la misma. Así que el chiste se cuenta solo. La segunda noticia a nivel nacional sobre este personaje llegó este viernes, cuando el partido Movimiento Ciudadano hizo el anuncio de que en la elección para gobernador de Quintana Roo, a llevarse a cabo en menos de 5 meses, su candidato será… Roberto Palazuelos. Un ejemplo perfecto de eso que llaman no saber si reír o llorar.
Que este personaje incursione en la política no es del todo novedad, pues el partido de la Revolución Democrática había coqueteado con él en fechas recientes. Si ése ya era un extravío —el partido heredero de la izquierda mexicana rogándole a un junior que fuera su representante—, qué pensar ahora de la decisión de Movimiento Ciudadano. En su frustrado intento el PRD pudo haber hecho un cálculo de estricta supervivencia. Urgido como está de no seguir perdiendo registros a nivel estatal, los perredistas quizá pensaron que Palazuelos les acarrearía los votos suficientes para no desaparecer en un estado en el que hace seis años llegaron a la gubernatura mediante una alianza de esas que luego el gobernador es de todos y prácticamente de ninguno. Pero la noticia no es que el PRD perdió su eventual tabla de salvación —de hecho esta misma semana y en coalición con el PAN han presentado a su candidata quintanarroense—, sino que un partido que se supone que iba en ruta ascendente ha sido el que le preste sus siglas a tan peculiar personaje en una entidad que, encima, será laboratorio electoral de parte de la peor política mexicana. Quintana Roo es una llaga. Debajo del oropel de suntuosos hoteles, fulgurantes antros y casinos, rocambolescos parques temáticos, renombrados campos de golf, y playas y mar de ensueño (aquí el cursi lugar común es descripción puntual), hay una crisis social que tiene en el tema de seguridad solo una de sus caras pero para nada la única. Esta misma semana desde Xcaret ha llegado una estampa de cómo realmente son las cosas en el paraíso: dos ciudadanos canadienses han sido asesinados a quemarropa en el destino con el que sueñan aquellos que se gastan sus ahorros en fletar un charter y explotar de tanta piña colada y sol, en un fin de semana todo pagado en el Caribe mexicano.Así es la vida en Quintana Roo, donde se enseñorean mafiosos que luego son consentidos por el gobierno federal, que abre la agenda de sus funcionarios para recibir a personajes que ni en su país son tolerados; y donde la explotación laboral puso a los trabajadores de la hotelería una de las peores disyuntivas pandémicas: morir de covid o morir de hambre. Cómo serán las cosas en Quintana Roo que la marca política que más ha crecido ahí en los últimos tiempos es la del mal llamado partido verde, atajo de oportunistas que son favoritos para la elección venidera; no por nada ahí se ha asentado su líder Jorge Emilio González (el niño muerde, Zamarripa dixit), junior por antonomasia del postpriismo.
Si Palazuelos fuera el candidato del PVEM uno creería que la fórmula pecaría de poco original. Sería como cuando se anuncia la segunda parte de una mala película que todos vomitamos. Pero que Movimiento Ciudadano, que se presenta estos meses como la alternativa al lopezobradorismo y al prianismo, decida ligar su nombre con ese personaje que sale en anuncios arriba de un yate y con una iconografía propia de poner a las mujeres en calidad de objeto, permite acuñar un puntual recurso tipo Monsiváis: “pos ya no entiendo”. Por cierto, los anuncios son de apuestas, así que hay que apuntarle a don Roberto créditos en congruencia. La crisis de Quintana Roo merecería que los partidos que se dicen serios propusieran para gobernar ese estado a personas que emitan la alerta de que el paraíso es una bomba de tiempo, y encima activada. Esa candidata o candidato tiene el reto de hacerse oír por una ciudadanía capturada por la necesidad y víctima también de la ambición de demasiados empresarios sin escrúpulos; debe señalarles la amarga medicina que requiere la entidad para proteger a los trabajadores y a los recursos naturales que incluso el gobierno federal ahí depreda. Enviar un mensaje de seriedad mientras el PVEM hará una campaña de falsas promesas como son todas las suyas.
Movimiento Ciudadano fue protagonista en 2021 de un campanazo electoral. Ganaron Nuevo León, el estado industrioso de México y la entidad en donde López Obrador tenía una candidata bien posicionada con la que buscaba decirles tengan para que aprendan a los empresarios que se le resisten. Cuando se suponía que la pugna electoral neoleonesa ocurriría entre Morena y el PRI, que tuvo en el exalcalde de Monterrey a un curtido candidato, Movimiento Ciudadano sacó de la chistera a un joven senador que junto con su esposa supieron atraer a los votantes de tal forma que hasta Palacio Nacional renunció a procesar los expedientes judiciales que filtró a la prensa para descarrilar al candidato naranja. Y si ganar Nuevo León, incluida la capital Monterrey con Luis Donaldo Colosio, fue una gran noticia para los de MC, estuvieron también a punto de llevarse Campeche, apretaron en Sonora y Colima, y refrendaron que Jalisco es suyo. Y aunque su peso en la renovada cámara de diputados federal es básicamente el mismo que antes, su bancada muestra desde septiembre una frescura y una combatividad atendibles.Parecía el nacimiento de la tercera vía para los mexicanos. El surgimiento de un moscardón para el lopezobradorismo, que no podría atacar a Movimiento Ciudadano con la misma narrativa que al PRIAN, pues en las dos elecciones presidenciales previas al 2018 fueron compañeros de fórmula de AMLO. Y más allá de eso, si para todos los partidos la principal meta hoy son las presidenciales de 2024, lo que hoy debería primar es cómo se construye el camino hacia esa fecha para que el electorado se adhiera a tus colores.
De aquí a entonces Movimiento Ciudadano ya tenía el reto de probar que gobiernan bien en Nuevo León, donde Samuel García y Mariana Rodríguez, la pareja en el poder, no se cansan de hacer tonterías mediáticas, cada una más preocupante que la anterior (la más reciente ya los tiene en un apuro pues su gracejada de adoptar por un fin de semana a un bebé huérfano raya en una ilegalidad sin escrúpulos propia, en efecto, de los juniors). Dante Delgado, el líder de Movimiento Ciudadano, pues, tiene que demostrar que además de elegir candidatos exitosos es capaz de constituirse como el líder de un partido que es más que mercadotecnia, de una institución que ayude a sus gobiernos a mantener la ruta de eficiencia e incluso de la sobriedad al ejercer el poder, y que sirva de dique a la Federación y de espacio alternativo a quienes tratan de huir del polarizante discurso de que solo hay pasado malo y presente idílico. Elegir a Palazuelos para unos comicios tan delicados como simbólicos es una paletada de tierra a esfuerzos de emecistas como Patricia Mercado, Martha Tagle, Tere Vale, Salomón Chertorivsky, Clemente Castañeda y el propio Jorge Álvarez Maynez, coordinador de la bancada naranja en San Lázaro. Al parecer, por desgracia, no estamos ante un error o un cabo suelto. Palazuelos es solo el segundo candidato lamentable de Movimiento Ciudadano rumbo al 5 de junio. El 12 de enero en Hidalgo registraron a Francisco Xavier Berganza como su representante para disputar la gubernatura de ese estado. Elegir a un cantante de poca duración y saltimbanqui de la política –surgió del PAN, pero justo dejó a Morena para irse al llamado movimiento naranja— demuestra o desesperación o una falta de creatividad preocupante. Recurrir al malo conocido en vez de bueno por conocer en un estado en el que la disputa será entre el enviado de López Obrador y el priismo más recalcitrante habla también de una renuncia a proponer algo genuino y diferente: mejor un cachavotos que alguien pensante, parece la apuesta.Con tales nominaciones Movimiento Ciudadano sepulta la idea de que serían una alternativa en el páramo de una política entrampada en la polarización y la zafiedad de demasiados de sus representantes. Invitar a Palazuelos y Berganza cancela cualquier optimismo para el electorado urgido de algo no solo distinto sino prometeder.Además supone un error estratégico. Porque Andrés Manuel López Obrador tiene muy bien medido el hartazgo –profundo, añejo y para nada resuelto–, de toda una sociedad con los excesos, la corrupción, la indolencia y el oportunismo del viejo régimen y sus personajes. Ha sido esa precisamente la constante en recientes elecciones: una y otra vez muchos de los candidatos lopezobradoristas ganan frente a candidatas y candidatos que no remontan el desprestigio de sus partidos o el propio Movimiento Ciudadano se había zafado de esa dinámica y de ahí algunos de sus sonados triunfos u honrosas derrotas. ¿Para qué pues ir por cascajo y juniors que a todos recordarán la estela de abusos e impunidad del pasado?Dante Delgado gusta de hacer política con lo que hay. El suyo es un actuar guiado por un fino instinto, uno que sostiene que más allá de lo que digan los comentaristas debe usar a los políticos que tiene a mano, y no a hipotéticos de angelical biografía. Pero aquí su olfato parece haber acusado secuelas de la pandemia y se ha ido al extremo de presentar impresentables.
O ya que diga si Palazuelos 2022 es Samuel García 2021, para que los neoleoneses se apropien más y más de ese gobierno y dejen a García y a su esposa disfrutar de las mieles del TikTok, que parece ser para lo único que les da la sesera. Movimiento Ciudadano tiene retos complejos en Jalisco, donde ha de cerrar bien una gubernatura que vive a las patadas con la prensa de ese estado, y de no naufragar en el Congreso, donde tendrá que mostrar habilidad, discurso y resultados. Y deben mostrarse consecuentes. Que lo que prometen en la legislatura de acompañar reclamos de las mujeres no se contradiga al entronizar a un personaje que apenas antes de ponerse la casaca naranja de Movimiento Ciudadano fanfarroneaba con denunciar penalmente a una periodista. No es tiempo de juniors ni de aventuras que solo buscan la rentabilidad de las marcas, la personal de un hotelero cuestionado o de un cantante del ayer, la de un partido que peca de pragmatismo. Hasta el Baby’O, la disco acapulqueña de esa generación, se ha extinguido ya, consumida por un incendio en septiembre donde hubo manos criminales. Los juniors –y los narcojuniors que ya rondaban por ese y otros antros del país, pero esa es otra historia– se quedaron sin su ícono, sin su espacio para gritar cuando calienta el sol; oportuna señal de que hace falta una nueva política, una juiciosa y responsable, además de “exitosa” por involuntariamente chistosa y descarada, como en la serie Luismi.
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