Lejos de los focos de una de las campañas electorales más grandes de la historia de México, de las coreografías en los puntos de vacunación contra el coronavirus y de las declaraciones de “todo va bien” de las mañaneras del presidente, en una carretera local de un pueblo de Oaxaca un sicario asesinó a balazos a una candidata a presidenta municipal este fin de semana. Un coche alcanzó a la aspirante independiente Ivonne Gallegos, de 40 años, este sábado cuando se dirigía a la capital y desde ahí un hombre le disparó hasta dejarla hincada contra la guantera. El asesinato de Gallegos ha puesto fin a su campaña incluso antes de que comenzara oficialmente. Los disparos que acabaron con su vida marcan la ley del terror que gobierna en municipios como este, capaces de silenciar de un plomazo cualquier proceso democrático.
El próximo 6 de junio se eligen en México más de 2.000 cargos municipales como el que aspiraba Gallegos, además de la renovación de la Cámara de Diputados y la elección de 15 gobernadores. Se trata de las elecciones más grandes de la historia del país, empañadas por una campaña gris con menos presencia en la calle que nunca debido a la crisis del coronavirus. Pero la violencia que acompaña cada período electoral no se ha detenido. Desde que inició en septiembre la precampaña han sido asesinados 61 políticos, 18 de ellos estaba previsto que aparecieran en una boleta, según las últimas cifras de la consultora especializada en la materia, Etellekt.
La líder social y exsecretaria de Pueblos Indígenas de Oaxaca, Eufrosina Cruz, enterró el cadáver de su mejor amiga este lunes en su pueblo, Ocotlán de Morelos, de unos 20.000 habitantes, a 40 minutos en coche de la capital Oaxaca. “Tuve que vestirla, cerrarle los ojos, y explicarle a su niño de 10 años lo inexplicable, por qué le habían arrebatado a su mamá, una mujer buena con un único sueño, ser la presidenta municipal de Ocotlán”, cuenta Cruz desde el otro lado del teléfono. Había renunciado a su puesto en la Secretaría del Estado para acompañar a Gallegos y a otras aspirantes a cargos locales en la campaña y vivió de cerca los últimos abusos y amenazas que le tocó vivir antes de que le dispararan, “cobardemente por la espalda”, apunta Cruz.
Una semana antes de que fuera asesinada, Gallegos había tenido un conflicto con la alianza de partidos PAN, PRD y PRI, que buscaban que ella fuera la candidata de la coalición para el municipio. Pero ella, según cuenta su amiga, prefería acudir a las urnas bajo la modalidad de candidatura común, una opción electoral en la que diferentes partidos presentan a un solo candidato, pero no necesariamente aceptan figurar en una misma plataforma. Esta diferencia con los líderes locales de los grupos políticos le había ocasionado en sus últimos días ataques y amenazas por redes sociales, explica Cruz. “Un día antes de que la mataran había acudido a Oaxaca a meter una denuncia por violencia política”, señala su amiga. Unos audios presuntamente falsos que circulaban en redes la acusaban de estar vinculada con el crimen organizado, algo que no podía permitir y por lo que decidió denunciar oficialmente.
Unas horas después, mientras se dirigía a la capital para reunirse con una abogada feminista especializada en este tipo de violencia contra candidatas mujeres, fue acribillada a balazos en la carretera de Ocotlán. Su familia y amigos piden estos días a la Fiscalía que haga su trabajo: “En esa denuncia Ivonne puso los nombres de quiénes la amenazaron, con quienes pudo tener un problema. Esperemos que las autoridades busquen a los responsables y que un crimen como este no quede impune”, apunta Cruz.
No es la primera vez que un crimen atroz sacude a la familia de Gallegos. Hace seis años, cuando ella y su marido regresaban de dejar a su hijo en la escuela, un grupo de hombres armados acribillaron a balazos en la puerta de su casa a su esposo. La búsqueda de verdad y justicia por el asesinato del padre de su hijo, que ahora tiene 10 años, la acompañó toda su vida. Seis años después ninguna autoridad había llegado a concluir por qué lo asesinaron ni quiénes fueron los responsables.
“La familia está destrozada, no logra entender qué pasó. Yo soy la madrina del niño, ayer él lloraba, no lograba entender nada…¿Y qué le dices? Pues que su mamá lo quería mucho, que siempre decía que era el más valiente, que su mamá también lo era. Apenas estaba saliendo del proceso de su papá, después de dos años de psicólogas y ahora esto…”, cuenta Cruz.
Gallegos nació en 1981 en Ocotlán de Morelos, un municipio indígena dedicado al comercio y a la artesanía. Estudió Odontología en la capital, pero nunca dejó su pueblo. Entre los puntos más importantes de su campaña estaba reorganizar el comercio local, en gran parte liderado por mujeres de la comunidad, y mejorar el transporte público de un municipio muy dependiente de la capital.
Inició en la política hace más de una década. El partido conservador PAN la invitó a participar en su lista como diputada al Congreso local. Desde ahí impulsó también su agenda feminista, llegó a ser la presidenta de la Comisión de Igualdad. “Con ella impulsamos la reforma para que ninguna mujer en los pueblos sea violentada en sus derechos en la participación política. Era una feminista apasionada”, cuenta Cruz, que también fue diputada del PAN hasta 2015. Después de su cargo de legisladora, Gallegos fue directora del Instituto de Capacitación y Productividad para el Trabajo y también trabajó en la Secretaría de Pueblos Indígenas hasta hace tres años que decidió contender por primera vez a la presidencia municipal de su pueblo. Ganó entonces el líder de Morena por unos 230 votos de diferencia.
Estos días la Fiscalía de Oaxaca investiga el crimen de Gallegos como un feminicidio, aunque no hay hasta la fecha ningún detenido. “Fue con saña, nos dijo el fiscal. En su muerte había odio. Después de que les dispararan y el coche chocara contra un árbol, la remataron dentro. Ella estaba hincadita, como escondiéndose”, relata Cruz. “La pregunta es: ¿a quién estorbamos?, ¿a quién no le gusta que participemos? La política cambia cuando una mujer está en la vida pública, pues no acuerda tan fácil con los malos. Ese fue su pecado y es el nuestro: nuestra transparencia. Cuando no permites eso, representas una incomodidad al sistema”, remata su amiga.
Algunas de las aspirantes en Oaxaca a las que acompañaba Cruz en su campaña se han acercado para trasmitirle el miedo que sienten tras el homicidio de Gallegos. La casa de la precandidata de Morena a la presidencia municipal de otro municipio oaxaqueño, Zimatlán de Álvarez, Aime Rodríguez, fue atacada a balazos el 12 de marzo. La líder indigenista no sabe qué decirles. “¿Cómo les digo que sigan adelante cuando se fue una de las impulsoras de esto? Hay quienes se quieren retirar. Es un miedo que te paraliza”, resume Cruz.
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Es redactora de la sección de Madrid. Antes trabajó ocho años en la redacción de EL PAÍS México, donde se especializó en temas de narcotráfico, migración y feminicidios. Es coautora del libro ‘Rabia: ocho crónicas contra el cinismo en América Latina’ (Anagrama, 2022) y Premio Gabriel García Márquez de Periodismo a la mejor cobertura en 2020
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