La desatención histórica de las comunidades rurales e indígenas en la amplia geografía oaxaqueña es más que conocida. En sus tradicionales giras de trabajo, los presidentes, con la excepción de Lázaro Cárdenas, se presentaban en los pueblos con mayor concentración poblacional, normalmente en las cabeceras de distrito como Tlaxiaco, Huajuapan y Nochixtlán en el caso de la región Mixteca, así como en otros lugares estratégicos de las demás regiones. En estos centros de poder regional o subregional era llevada la gente desde las localidades, cuyo fin último era recibir y aplaudir a los presidentes y/o a los gobernadores.
Por lo anterior, la inauguración de los primeros caminos rurales a las cabeceras municipales por quien actualmente ostenta la investidura de Presidente de la República, representa una novedad política entre los pueblos, un acercamiento entre gobernante y gobernados, una relación directa arriba-abajo. La presencia del presidente en las comunidades es una oportunidad de visibilizar y exponer las múltiples deficiencias y carencias de infraestructura social en los diferentes sectores, por ejemplo, los caminos en pésimas condiciones, como el que comunica a más de 10 pueblos en la ruta Tlaxiaco-Chalcatongo: un patrón presente en las demás regiones, donde es común que la propia ciudadanía esté cubriendo los innumerables baches con tierra o grava.
La presión de la propia sociedad con la exhibición de los problemas locales ante el presidente puede generar resultados positivos, como fue el caso en una gira en Santiago Juxtlahuaca en donde se anunció la rehabilitación de la carretera Juxtlahuaca-Huajuapan. Recientemente también se ha dado mantenimiento a las rutas carreteras Tlaxiaco-ciudad de Oaxaca y Huajuapan-ciudad de Oaxaca, cuando por mucho tiempo habían estado en muy malas condiciones. En el sector salud, un proyecto de hospital abandonado por más de una década en Tlaxiaco fue retomado en otra de las giras presidenciales debido a presiones sociales, petición ratificada por las autoridades municipales de la región a través del presidente municipal de San Antonio Sinicahua dentro de un paquete de demandas; derivando en un compromiso presidencial de inaugurar la obra como “hospital de especialidades” el 20 marzo del presente año. Todos esperan no sea otro elefante blanco, como los que abundan en la entidad.
Los municipios considerados en la gira presidencial del 17 al 19 de enero son el mencionado San Antonio Sinicahua, Santos Reyes Yucuná y San Andrés Nuxiño en la región mixteca; el pueblo mixe de Santa María Tepantlali y el zapoteco Santo Domingo Xagacía en la Sierra Norte. Demográficamente, tal vez no tengan mayor impacto en el contexto nacional y estatal, cerca de 10 mil habitantes en total. Pero en términos generales representan, en cierto sentido, la conjugación de las demandas sociales de miles de localidades rurales e indígenas del estado.
¿La presencia por sí misma del presidente en los pueblos indígenas soluciona los problemas históricos y estructurales? La respuesta parece ser lógica, NO. Debe ser el principio de la solución. Como referencia, de acuerdo con los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL, 2016), en Oaxaca 258 municipios están considerados con grado de rezago social “alto” y 116 “muy alto” de un total de 570. Esto nos habla de ausencias y graves deficiencias en los accesos a infraestructura social de salud, educación, vivienda y demás servicios básicos (agua, luz, servicios sanitarios).
De los cinco municipios considerados en la gira, San Antonio Sinicahua, Santa María Tepantlali y Santos Reyes Yucuná están clasificados con muy alto grado de rezago social. En el caso de este último, desde hace varios años se le ha reconocido como el municipio más pobre de México. San Andrés Nuxiño y Santo Domingo Xagacía se encuentran con grado de rezago alto.
Visto desde el arriba, y con la particular mirada de cómo se hacía política, la presencia de López Obrador en los pueblos rurales no es sino una continuación de su permanente campaña política, y tal vez existan suficientes razones para verlo de esa manera; pero desde abajo, donde los caminos de terracería, algunos asfaltados con anterioridad, son parte del paisaje, donde acudir por los servicios de salud implican traslados de una, dos o más horas, dependiendo del lugar, la perspectiva es diferente. En este caso, la mirada del “México profundo”, como bien los describió Guillermo Bonfil Batalla, manifiesta serias diferencias con respecto a la visión tecnocrática.
Que por primera vez en toda su historia a muchos pueblos los visite un Presidente de la República, cuando ni siquiera un gobernador lo había hecho, despierta la esperanza de que algo empieza a cambiar. Es la ocasión para hacer patentes los problemas sustanciales que impiden el desarrollo social y el abatimiento de los elevados niveles de rezago social.
Queda claro que por sí misma la presencia del presidente no solucionará los problemas de fondo, tampoco la culminación de una obra lo es todo, aunque sí tenga una gran repercusión en la comunidad beneficiada y representa una oportunidad a favor de la cohesión social, tanto al interior de las localidades, como entre las comunidades en su conjunto para materializar otros proyectos de impacto para el beneficio común.
Finalmente, deseo agradecer a la Silla Rota y al Instituto Mora, la oportunidad de poder emitir en este espacio algunas opiniones y la divulgación de ciertos temas bajo una perspectiva regional y comunitaria desde el sureste, particularmente desde el contexto del estado de Oaxaca.
* Javier Bautista Espinosa
Maestro en Estudios Regionales por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Historiador por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Tiene interés particular por la divulgación de la historia. Becario CONACyT en el Instituto Mora, académico. Autor del libro “Porfirio Díaz de guerrillero a caudillo. Los pueblos mixtecos y la resistencia contra la Intervención Francesa”. Colaborador en la revista Relatos e Historias en México.