A juzgar por sus decisiones y acciones, lo menos que podemos decir es que el actual gobierno mexicano perdió totalmente la brújula en lo que respecta a su política exterior. Lo que se hace desde la cancillería mexicana es cada vez mas injustificable.
En lo que toca a Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, ya en este espacio hemos señalado lo equivocado que está México en sus estrategias en temas básicos como el de la migración de mexicanos y centroamericanos que transitan por el país hacia Estados Unidos, prometiendo soluciones que no solo no resolverán nada, sino que empeorarán la situación al reprimir la migración de manera violenta o al pensar que pidiendo visas los migrantes dejarán de intentar llegar a Estados Unidos. ¿Para qué ofrecemos soluciones que no son viables y que solo tensarán mas la relación?
Si bien es cierto, las estrategias de control rígido de los flujos migratorios aparentemente funcionan, como cuando descendieron esos flujos durante la administración de Donald Trump con la complicidad mexicana, en realidad se trata de un espejismo mientras las diferentes fuerzas que intervienen en el fenómeno se reacomodan. Ya lo sabemos, lo hemos vivido desde hace muchos años. Reprimir los flujos migratorios solo les cambia las rutas por otras mas peligrosas, exigir visas como se acaba de hacer con los venezolanos, solo obliga a éstos a recurrir al crimen organizado y a exponer sus vidas. Tres días antes de que entrara en vigor la exigencia de visado, una niña de ese país, de 7 años, que viajaba con su madre falleció ahogada en el Río Bravo. La muerte de esa niña y la de los 56 guatemaltecos que volcaron en un camión y otros cientos o miles, son responsabilidad directa de una política exterior que concentra el tema migratorio y que descansa en las apariencias, en acuerdos inútiles firmados en cómodas oficinas como para distraer de los verdaderos problemas.
En temas comerciales parece que se nos olvida que Estados Unidos es el comprador y nosotros los vendedores. Promover paneles para resolver diferencias comerciales o demandar a los fabricantes de armas solo abre mas frentes, hará evidente la falta de cumplimiento de México en muchos otros temas y nos usarán para golpeteos entre la clase política de Estados Unidos. México no está listo para sostener y ganar esos pleitos. Solo son distractores dirigidos a los mexicanos para complacer a su presidente.
Y los temas se acumulan. Ahora el energético y la reforma eléctrica que promueve AMLO motivó la visita de la secretaria de Energía estadounidense para expresar porqué Estados Unidos no es favorable a esa reforma. La respuesta mexicana fue que nos trataron con respeto, como si ese fuera un gran logro y al día siguiente en su conferencia matutina el presidente reclamó a empresarios que, según su dicho, se habían ido a quejar con Estados Unidos. Es decir, además del respeto en la reunión del día previo hubo mas cosas.
Quizá el principal problema es que el canciller mexicano está volcado hacia el interior y no hacia el exterior. Quiere ser el candidato presidencial que el presidente apoya.
Por eso se dedica a complacer a su jefe. Porque sabe que en la buena tradición mexicana se requiere de la voluntad presidencial para que él se convierta en candidato y después en presidente. Por eso apoya y se asocia con gobiernos con quienes no ganamos absolutamente nada como país pero que a AMLO le mueven sus fibras setenteras. Para ganarse la gracia presidencial.
Uno de los ejemplos mas claros se acaba de dar con las nuevas designaciones diplomáticas. La única lectura posible de esas designaciones son acuerdos y concesiones entre grupos políticos. Tres exgobernadores priistas como representantes del gobierno de México solo se entienden como un acuerdo político que nada tiene que ver con la diplomacia o con las funciones de un embajador o cónsul. Conceder la embajada de Panamá a un historiador y amigo muy cercano de la esposa del presidente, a pesar de la corriente de opinión generalizada en contra o la representación en Estrasburgo a un funcionario cercano a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, su competidora en la carrera por la candidatura del partido en el gobierno, son estrategias que nada tienen que ver con una política exterior o con la diplomacia, sino mas bien con una política interior articulada en función de la sucesión presidencial. O bien esos nombramientos le fueron impuestos o el canciller los propuso, pero bajo cualquier circunstancia, su lógica es de política interna.
El canciller tiene todo el derecho de querer ser candidato presidencial, pero eso no se impulsa desde una dependencia gubernamental, menos aun desde la cancillería, eso era antes, pero recuerden que ahora ya todo es diferente.
* Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute
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