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Esbozó una sonrisa pero deslizó cierto aire de resignación, lo dijo en broma pero también pareció comentarlo un poco en serio, y su frase no hizo más que reflejar que no pasa por su mejor momento.
El presidente de México, Enrique Peña Nieto, inauguraba días atrás el Centro de Innovación y Desarrollo de la Industria Mexicana de Coca-Cola y sobre el final de su discurso decidió compartir con los presentes que él toma todos los días Coca-Cola Light.
Acto seguido aseguró: "Espero que eso sea una buena publicidad para los productos de ustedes, o no lo sé ya".
La duda del presidente sobre si hablar a favor de un producto era beneficioso o no para la compañía quizá evidenció que el mandatario lee las encuestas.
Y es que apenas dos de cada diez mexicanos aprueban su gestión, de acuerdo a un sondeo del diario Reforma realizado a fines del mes pasado.
El 74% desaprueba la labor de Peña Nieto, la cifra más alta para un presidente mexicano desde 1995, y este sondeo fue realizado antes de la bochornosa visita del candidato republicano Donald Trump a México.
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Para el gobierno la historia es otra. El lema del Cuarto Informe de Gobierno que el presidente presentó a comienzos de mes fue “lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”, aunque lo que Peña Nieto intenta vender como éxitos de su mandato parecen no llegar a oídos de la población.
Pero, ¿qué ha hecho o dejado de hacer el presidente para gobernar con su popularidad por los suelos?
"Hoy en día existe, sin duda, una sensación de incredulidad y desconfianza (…) se ha producido una pérdida de confianza y esto ha sembrado la sospecha y la duda".
Las declaraciones de Peña Nieto al diario británico Financial Times en marzo de 2015 siguen vigentes un año y medio después.
Ni el presidente ni el resto de su gobierno han logrado revertir una imagen negativa en la opinión pública.
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"La corrupción no es una característica desagradable del sistema político mexicano: es el sistema".
Décadas después de que el escritor Gabriel Zaid acuñara esa frase, sigue siendo una de las huellas más oscuras de los gobernantes mexicanos.
Un 77% de los consultados en la encuesta de Reforma tiene una opinión desfavorable sobre la forma en que Peña Nieto lleva adelante el combate a la corrupción.
Para las empresas instaladas en el país, nacionales y extranjeras, el mayor problema que enfrentan no es la inseguridad sino la propia corrupción de las autoridades, según un sondeo de la Cámara Estadounidense de Comercio.
En este ámbito, el mandato de Peña Nieto ha estado marcado por el escándalo, destapado en noviembre de 2014, de la Casa Blanca, una vivienda de US$7 millones adquirida por su esposa, Angélica Rivera, con los ingresos que obtuvo durante años como actriz de telenovelas y comprada a un contratista del gobierno.
Peña Nieto fue investigado, no sin polémica porque la pesquisa estuvo a cargo del propio gobierno, y se descartó que haya habido un conflicto del interés. Aunque se disculpó, el daño estaba hecho.
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A fines del mes pasado una nueva controversia volvió a dejar en una situación incómoda al presidente cuando una investigación periodística lo acusó de haber plagiado casi un tercio de su tesis para graduarse como abogado.
El vocero presidencial defendió que Peña Nieto había cumplido con los requisitos para titularse y atribuyó la polémica a "errores de estilo como citas sin entrecomillar o falta de referencia a autores que incluyó en la bibliografía".
Para rematar llegó la invitación a Donald Trump que dejó pasmados y enojados a los mexicanos.
Aunque en las encuestas todavía no se haya reflejado el impacto en la popularidad de Peña Nieto, hay consenso en el país sobre que la visita del magnate el 30 de agosto no sólo fue un error sino un horror.
Y sirvió de detonante para una convocatoria a una marcha para pedir su renuncia. De magra concurrencia, fue un recordatorio de que la molestia con el gobierno está de lejos de traducirse en una movilización callejera masiva.
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Aunque el gobierno defienda lo logrado en materia de seguridad, la realidad es que no sólo la población percibe que la situación ha empeorado sino que las cifras así lo demuestran.
Los homicidios van en aumento y ahora se cometen en México casi 60 al día. De mantenerse este promedio, el mandato de Peña Nieto será el más violento desde que comenzó la guerra contra el narco en 2006.
La captura del capo Joaquín "El Chapo" Guzmán en enero, luego de la humillante fuga en julio del año pasado -otro golpe para el presidente- y la detención de decenas de los llamados "objetivos prioritarios" del gobierno no ha cambiado un ápice la situación en el terreno.
La estrategia de seguridad no da frutos y México se continúa desangrando. La gente lo siente y un 70% admite sentirse insegura en su ciudad.
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No habrá estigma más grande cuando se repase el sexenio de Peña Nieto que la matanza de Ayotzinapa.
En un país que acumula en la última década casi 30.000 desaparecidos y más 120.000 muertos, el caso de los 43 estudiantes en Iguala, atacados el 26 de septiembre de 2014, fue tan cruento que marcó al presidente dentro y fuera del país.
Su tardía y cuestionada reacción, la controvertida investigación judicial y la decisión de no extender el mandato del grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos lo dejaron mal parado a ojos de una opinión pública que mira con recelo cada paso que su gobierno da en el caso.
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A Ayotzinapa, donde policías se vieron involucrados en el ataque a los jóvenes, se le suman otros casos que muestran cómo es el propio Estado que termina involucrado en la violación de derechos humanos:
México, asegura la organización Amnistía Internacional, cuenta con "un aparato de publicidad que tiene el propio Estado para invisibilizar esta crisis (de derechos humanos), no solo negando la proporción, sino también respondiendo de manera muy negativa a las críticas".
El 74% de la población tiene una imagen negativa de la situación económica del país. Y es uno de los grandes motivos por el que Peña Nieto no es visto con buenos ojos por una sector no menor de la población.
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El presidente llegó al poder con la bandera de una serie de reformas estructurales en el sector petrolero, energético y de telecomunicaciones diseñadas para revivir la economía y modernizar al país.
Los resultados no terminan de cristalizar y la gente no termina de creerse el discurso presidencial de que el país avanza.
El peso alcanzó un máximo histórico de 20 unidades por dólar esta semana, la deuda pública aumentó hasta rozar el 50% del Producto Interno Bruto y el estancamiento del crecimiento económico no genera beneficios a la población.
La pobreza no sólo no ha bajado sino que se ha incrementado durante el mandato de Peña Nieto y afecta a 55,3 millones de personas, el 46,2% de la población.
El mandatario ha destacado en las últimas semanas la generación de puestos de trabajo y el bajo desempleo.
Y al defender las reformas impulsadas cuestionó a aquellos que ‘‘nos inundan o nos quieren inundar con malas noticias, sin tomar en cuenta los avances alcanzados’’.
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